La vida de Pedro Rodriguez ha cambiado de una forma inimaginable en el último bienio. Ha pasado de ser un chico humilde con aspiraciones para llegar a ser una estrella en el fútbol, a ser un hombre humilde con una colección de trofeos a sus espaldas y con un nombre entre los más cotizados del planeta fútbol. La verdad es que todo le ha ido de cara a Pedro en su andadura como jugador: entró en el momento justo y está consolidado en el mejor equipo del mundo (y puede que de la historia), contó con la confianza de un técnico nuevo que dio alas a la cantera y no dejó de aprovechar cada una de sus oportunidades hasta ganarse el puesto. Porque muy pocos pueden presumir además de lo que el canario ha tejido como futbolista. Y con todo esto, ese adolescente menudito ha dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad. En otras palabras, Pedrito ha pasado a ser Don Pedro.
La 2º jornada de Liga BBVA 2008/2009 enfrentaba al nuevo Barça de Pep Guardiola al Racing de Santander. Los culés venían de caer ante el Numancia, y tras una una jornada fangosa de selecciones, el técnico de Sampedor daba entrada en el once a dos de sus antiguos alumnos; sus nombres: Sergio Busquets y Pedro Rodriguez (más conocido como Pedrito). Fue la primera vez que conocimos a estos dos ases en la actualidad. Su actuación no desentonó y pudimos ver a un extremo con desparpajo, rápido e inteligente. Esa temporada Pedrito no tuvo muchas más opotunidades en el primer equipo, sobre todo por el nivel que estaban mostrando los delanteros, aunque tuvo su minuto de gloria disputando algunos minutos en la final de la Champions League conquistada por el Barcelona.
La temporada siguiente fue la que nunca olvidará. Realizó la pretemporada con el primer equipo siendo uno de los nombres propios, marcó un gol magnífico al Athletic en la Supercopa e hizo otro decisivo en la Supercopa de Europa cuando el partido agonizaba. A partir de ahí, Pedrito selló su permanencia en el F.C. Barcelona y ante los ojos del mundo su apodo se recalificó como Pedro el Grande o Don Pedro. En medio de un Barca algo más apagado que en la campaña anterior, Pedro empezó a asomar la cabeza y a salvar al equipos incluso en varias situaciones. Es ahí cuando Guardiola le otorga su confianza y lo prueba en batallas de mayor rango.
El canario siempre lo hacía bien. La gente veía su historia como un cuento de hadas, como una temporada de rosas para el canario. Tuvo el honor de ser el primer jugador en marcar en todas las competiciones en la temporada, cerró el triunfo blaugrana en el Bernabeu, la friolera de 23 goles a lo largo del año. Su temporada no pasó desapercibida para Vicente del Bosque que se lo llevó al Mundial, era la guinda perfecta para cerrar un año mágico, además lo hacía debutando en los preparatorios. La cita mundialista terminó de encumbrar a Pedro. El seleccionador le dio la responsabilidad justo en el momento decisivo, las semifinales contra Alemania. Se marcó un partidazo y repitió en la final, donde ocurrió lo que todos sabemos.
Así que realmente era difícil superar todo lo exhibido, aunque después de un inicio en el que poco a poco fue afilando los dientes, está volviendo a dejar a todo el mundo boquiabierto semana tras semana con sus goles que nunca faltan, su velocidad de cohete, su verticalidad y su regate imparable, su nobleza plausible, su generosidad y sumisión en cada jugada...A estas alturas todos conocemos a Pedro, pero nadie puede frenarle. Esa es la conclusión que podemos sacar de él, una pieza absolutamente vital en el cuadro catalán aunque esté rodeada de otras que sobresalen. Y ahora lo que todos nos preguntamos es: ¿con qué nos sorprenderá la próxima vez? Porque a sus 23 años, y ya que colea tanto recientemente el tema del Balón de Oro, no sería descabellado que algún día, si sigue así, pueda ser él quien se alze con el premio. Y aunque no sea así, ¡viva Don Pedro1
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