jueves, 26 de agosto de 2010

Los fantasmas del Pizjuán




 El Ramón Sánchez Pizjuán es un estadio especial y sus gentes lo saben. Cuna del sevillismo, es el lugar donde el Sevilla C.F. juega sus partidos como local y constituye un punto de reunión cada dos domingos para defender sus colores, los colores de un sentimiento. Su nombre se debe al hombre que puso la primera piedra para que existiera, don Ramón Sánchez Pizjuán, presidente del club durante muchos años que en 1937 compró los terrenos donde se edificaría el nuevo estadio. Sin embargo, no fue hasta 1954 cuando hubo actividad gracias al arquitecto Manuel Muñoz Monasterio que dio forma a la idea anterior. Una vez fallecido Sánchez Pizjuán, su sucesor, Ramón de Carranza sería el encargado de abrir el estadio para la práctica del fútbol, pero seguiría completándose, llegando a las 77.000 plazas a finales de los 70. Fue elegido unos años después como sede para el Mundial del 82. Ha acogido citas grandes como la final de la Copa de Europa de 1986 entre el Steaua y el Barca o la semifinal del 82 entre Francia y Alemania, de igual manera que se han vivido partidos célebres como el España-Dinamarca de clasificación con el gol de Hierro.


El Sánchez Pizjuán siempre ha sido un auténtico fortín para el Sevilla en todas las competiciones, tanto que sacar puntos de allí suponía un gran mérito. Sin ir más lejos, entre 2005 y 2008 el club hispalense sólo perdió en competiciones oficiales 9 partidos en casa. Por aquel entonces, los de Nervión eran un rodillo cuando jugaban delante de los suyos y raro era que no abriese el marcador antes de la media hora. El Sevilla se convirtió en un club grande y la ciudad estaba volcada con el equipo. El Sánchez Pizjuán también saltaba a la fama como un reino inexpugnable. Miles de espectadores cantando con pasión y orgullo el himno del Arrebato, todo un ritual. Uno de los recuerdos más gratos que permanecerá en la memoria de los sevillistas será aquel gol en la prórroga del difunto Antonio Puerta frente al Schalke que fue clave para la consecución de su primera Copa de la UEFA. Unos años de gloria en los que se respiraba felicidad y fiesta cada vez que el público llevaba en volandas al equipo en `La Bombonera´.


¡Cómo ha cambiado todo! Con la derrota del martes contra los Guerreros del Miño, el Sevilla prolonga su trance con el Pizjuán, un Sánchez Pizjuán que ya no es ese fortín de antaño. Hay que decir que los números en casa tampoco han variado en demasía, pero las sensaciones que transmite el equipo no son las mismas que las de aquella apisonadora. La afición continúa siendo fiel, pero eso no quiere decir que en algunos partidos no se escapen algunos pitos. Sigo regularmente al Sevilla, sobre todo en casa, y casi siempre le cuesta hacerse con las riendas del encuentro, se ve sorprendido con facilidad, su único recurso son los centros al área de Navas y Perotti y la capacidad de creación es nula.
Pero las caídas más duras se han producido en la Champions. Es la tercera vez que el Sevilla encara el partido de vuelta en casa y es eliminado. El Sporting de Braga se une a la lista junto al Fenerbache y al CSKA Moscú, ambos de amargo recuerdo para la entidad. En marzo de 2008, habiendo liderado su grupo, el Sevilla recibía a los turcos en octavos teniendo que remontar un 3-2 adverso. No pudo estar el partido más de cara yéndose 3-1 al descanso y acariciando ya los cuartos de final, pero un gol de Deivid a diez minutos para el final, mandó el partido a la prórroga y seguidamente a los penaltis, donde Volkan Demirel se resarció de sus errores y sus intervenciones sirvieron para acabar con los de Manolo Jiménez. El curso pasado el Sevilla volvía a la Champions cargado de motivación y bordando la fase de grupos clasificándose pronto. El sorteo le emparejaba con un rival de tercera fila como era el CSKA. Atravesaban una mala racha los de Nervión pero sacaron un empate muy positivo del Luzhniki y esta vez sí, los cuartos estaban cerca. Inexplicablemente, una derrota en el Pizjuán que escoció y mucho dejaba al Sevilla en la cuneta. Contra el Braga aparecieron los mismos fantasmas en el Pizjuán y ahora, sin ni siquiera participar en la fase de grupos, el revuelo que se ha originado puede trastocar al club en cuanto a la estabilidad. Y todo porque el Ramón Sánchez Pizjuán ha pasado de ser un fortín infranqueable para convertirse en un territorio donde asolan los viejos fantasmas.

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